domingo, 11 de mayo de 2008

¿De qué hablamos cuando hablamos de "Seguridad"?

Este documento está escrito por un argentino, sin embargo no cabe duda de que es aplicable a cualquier país del mundo.

APUNTES PARA UN DEBATE NECESARIO
¿De qué hablamos cuando hablamos de "Seguridad"?

Por Juan Pedro Gardes


En Argentina parecería ser que el destino prometido para los pobres, cuando no han sido ajusticiados antes por las fuerzas represivas, es caer en las redes del sistema penitenciario. Doble demanda que surge de una sociedad cada vez más dislocada y perversa: represión y encarcelamiento. Limpieza social, guerra policial contra los habitantes de las villas miseria, proliferación de escuadrones de la muerte amparados por un manto de impunidad y de seudo legalidad, gatillo fácil, y el Estado volcado a resolver, desde una perspectiva de guerra civil encubierta, las demandas de seguridad de las clases acomodadas de una sociedad profundamente signada por la desigualdad.

Frente a esta oscura exigencia no se perfila ninguna alternativa proveniente de los sectores supuestamente progresistas. Su única respuesta es el traslado de toda acción política a sede judicial. Quizás no se han dado cuenta que la reducción de la política a expediente jurídico no representa otra cosa que su definitivo plegamiento a un proyecto de sociedad definido desde la función policial y vigilante. Quizás tampoco se han dado cuenta que cuando se legitima un poco de poder punitivo, la legitimación ya no tiene límites y el Estado de Derecho se transforma en un Estado de Policía.

Si el orden de cosas produce pobres de a millones, ¿cuál es su legitimidad para los excluidos? Las nuevas formas de exclusión sociocultural y económica producen formas de violencia inorgánica y desesperada, sin fines precisos que no sean puramente reactivos y desprovistos de una estrategia colectiva de ningún tipo. La pobreza como empobrecimiento instala así el derecho del darwinismo social. La represión responde imponiendo el apartheid: villas miseria y guetos son el vivo ejemplo de una segregación espacial que acompaña y refuerza la exclusión social(1). Lo que emerge así como novedoso es la relación entre la violencia estatal y las políticas concentracionarias. Como ha indicado el filósofo Ricardo Forster, "Lo que parece definir la esencia de la política no es la ampliación de la democracia sino su cercamiento concentracionario"(2). Parece ser que la democracia resulta un bien escaso, un privilegio de pocos (cada vez menos). Para el resto, aquellos excluidos del sistema que han sido arrojados a zonas sin estado y sin reglas, zonas regidas por las leyes más básicas de la supervivencia, la respuesta es la persecución y el encarcelamiento y, junto con ellas, la condena a una vida de miserias y marginalidad.

El papel de los medios de comunicación

La legitimidad que obtengan dichas políticas concentracionarias tendrá relación con la visualización del "delincuente". Para esto nada mejor que la amenaza de la "inseguridad" que se genera a partir de una eficaz campaña ideológica basada en estos sectores con el objetivo concreto de legitimar una militarización del control de la vida cotidiana de toda la población.

La publicación, de manera preferente, de informaciones con un contenido bien caracterizado determina, en su acción constante (en tanto continuidad que resulta necesaria para fijar y mantener la atención), la propia imagen que el público tiene de la realidad. A esto debemos sumar la capacidad de los medios de crear un sentimiento de urgencia, de necesidad o de prioridad respecto a determinados temas (la "inseguridad" en este caso). Si bien esta representación está dando cuenta de una verdad, es decir, el crecimiento de la violencia social, la explicación de las causas y los motivos de la misma quedan fuera del discurso.

Cada vez que los medios de comunicación instalan ciertas sensaciones de inseguridad ciudadana, ganan espacio los reclamos por un aumento del poder autónomo de la instancia policial en la investigación de los delitos (incrementar los poderes policiales en materia de identificación, arresto e interrogatorio de las personas sospechosas, así como de allanamientos, requisas y utilización de la fuerza). De esta manera, la policía obtiene réditos frecuentes a través de los medios de comunicación. Atizando temores e inseguridades sociales y psíquicas mediante el delito se obtiene la demanda de orden a toda costa, carrera en la que se inscriben de inmediato políticos y agentes mediáticos reaccionarios, muchas veces coordinados con servicios de información, arrastrando a los demás a aparecer como indiferentes ante los peligros de la comunidad. Por otro lado, la permeabilidad política de la institución policial facilita que cada vez que quienes detentan el gobierno deban dar respuestas a la exigencia de eficiencia político-criminal acudan al organismo más visible para la comunidad y de mayor capacidad de despliegue territorial y mediático: la policía.

Nos encontramos así con la movilización activa de la "opinión" con objetivos del más crudo y brutal dominio. Como agudamente observa Carlos Hügel: "Los mensajes dramatizan la situación de un grupo de individuos al tiempo que devalúan otras problemáticas sociales, como contaminación ambiental, desempleo, hambre, pobreza urbana, etc. También son más atractivos para los medios de comunicación masiva, porque permiten un desarrollo de grandes escenarios y actividades con 'significación' social, mientras que la tematización de los segundos no tiene cara de enemigo identificable sino abstracto (...) Así, la represión tiene, tanto por el monopolio estatal de la violencia y sus agentes, como por los medios de comunicación masiva, funciones positivas, que además se legitiman mutuamente o bien dependen una de la otra"(3).

Amigo/enemigo

El teórico político alemán Karl Schmitt, veía a la oposición amigo/enemigo como la categoría política central. A partir de ella, y con la excusa de combatir al "enemigo", podía movilizarse al cuerpo entero de la nación. En nuestro país, si bien la Doctrina de Seguridad Nacional ha sido reemplazada en la actualidad, desde el punto de vista ideológico se mantienen los mismos principios: hoy el enemigo ya no es el subversivo sino el marginal o la persona que ejerce la mendicidad, a la que se le aplican los edictos policiales. Estos se han transformado en los enemigos del sistema y sobre ellos se vuelcan todos los mecanismos de represión que antes se aplicaban al llamado subversivo o terrorista.

La legitimación de estos mecanismos dependerá de la visualización del "delincuente". Con este objetivo se debe producir una reducción del pobre a la condición de criminal en potencia (vimos como la televisión, ya constituida en un actor más del juego político, no puede ser vista como inocente ni neutral en la incorporación de estas temáticas). Frente a esta situación, no podemos más que refirmar algo de lo que estamos convencidos: la relación entre pobreza y delito no es de causa a efecto. En la violencia urbana y delincuencial concurren otras determinaciones: las promesas incumplidas, el fracaso de la revolución, la retirada de la socialdemocracia y la inexistencia de proyectos colectivos que pretendan disputarle el poder al mercado y sus agentes.

La pregunta entonces sería: ¿inseguridad de qué o frente a quién? El beatífico olvido de las condiciones de "modernización" hace de la violencia algo completamente novedoso y gratuito, cuando en realidad la renegación de enormes capas sociales hace de la violencia el hecho fundacional de nuestra crónica reciente. Nada es absolutamente novedoso, sólo cambian las formas y los instrumentos técnicos (es verdad que la proliferación de armas en nuestras sociedades es una realidad innegable, lo cual pone de por sí una diferencia en la cualidad y cantidad de los medios técnicos). La apariencia novedosa de la actual violencia, se da para esta visión, debido al olvido y la ilusión.

Como observa el sociólogo Eduardo Grüner, una cultura política individualista (característica de nuestra historia reciente) produce una percepción tan fragmentada de lo social que la "seguridad" se convierte en una cuestión técnico-policial(4). El modo en que se emplea la noción de seguridad hoy en día entre nosotros, no se refiere a condiciones de vida pacífica, sino a procedimientos destinados a garantizar el uso de la fuerza contra un delito "indiscernible y rabioso, al que se quiere olvidar y aplastar, al que se ha producido como una segregación viscosa del bienestar y el progreso propios"(5).

Hay que decirlo claramente: el tratamiento penal de la pobreza amplifica, concentra y perpetúa la inestabilidad social de las comunidades pobres. Plantear que la policía, en tanto brazo "material" del derecho, puede resultar un remedio contra la violencia resulta de una ingenuidad (cuando no perversidad) enorme, siendo ésta una importante fuente de violencia por derecho propio, debido a su uso rutinario de la fuerza excesiva, la tortura y la ejecución de sospechosos.

Por todo ello, es que nos vemos forzados a re-pensar el concepto de "seguridad". El mismo no puede ni debe ser pensado como un concepto técnico-policial, sino como una noción política y social integradora: seguridad en materia de alimentación, salud, vivienda, educación, empleo y calidad de vida.

Es un engaño plantear que podemos resolver los problemas del delito y la violencia si no los relacionamos a los parámetros básicos de inequidad económica y marginalidad social. Esta tarea compromete a la sociedad que somos en su totalidad, y a la que queremos ser. Por lo tanto, debe ser parte de un profundo y amplio debate que apunte a la construcción de un modelo distinto de sociedad, y no reducirse a la adopción pasiva y efectista de consignas autoritarias ("tolerancia cero", "mano dura") que suenan bien y se ven "modernas" por el solo hecho de que provienen de los EE.UU.

Primavera 2007

Notas:
1-Las palabras de Norberto Quantín (ex Secretario de Seguridad Interior, el mismo que, como fiscal de Cámara, firmó dictámenes convalidatorios de los métodos aplicados durante la dictadura militar) lo dicen todo: "De todas maneras nuestra estrategia clave está en los mapas del delito. A qué hora, qué lugar es más peligroso, y allí saturar de efectivos de seguridad. Y en este terreno debo alertar que es posible que tengamos que perder algo de nuestra libertad personal. Por ejemplo si el mapa del delito indica que hay bandas operando en tal barrio, haremos un control en las salidas de ese barrio" (Página 12, 04/08/2003. Los robos que se vienen y el plan oficial para frenarlos: Para evitar el delito reciclado. Disponible en www.pagina12.com.ar).
2-Forster, Ricardo: "¿Kosovo?... yo argentino", en Pensamiento de los Confines, n°6, Editorial Diótima, Buenos Aires, 1999, pág. 37.
3-Hügel, Carlos Rodolfo: La política de drogas y el paradigma de enfermedad, Biblioteca de Ciencias Penales, n°12, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1997, pág. 4.
4-Grüner, Eduardo: Las Formas de la Espada, Colihue, Buenos Aires, 1997, pág. 102.
5-Kaufman, Alejandro: "Tramas de barbarie (fragmentos)", en Pensamiento de los Confines, n°6, Editorial Diótima, Buenos Aires, 1999, pág. 33.

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