martes, 13 de mayo de 2008

Crisis alimentaria y economía anti-vida

Luis Paulino Vargas Solís | 9 de Mayo 2008

La crisis alimentaria que se nos viene encima, ha sido ocasión propicia para dilucidar puntos de contraste y clarificar la diferencia entre lo que sería una economía orientada a la vida, frente a esa economía anti-vida de la que bebe la ideología neoliberal.

1) Las propuestas neoliberales

Se sintetizan en lo siguiente:

a) Liberalización de mercados: este es el criterio general que guía estas propuestas. La idea es tan simple como conocida: deben eliminarse controles, subsidios e impuestos que distorsionan los mercados, a fin de que los recursos se utilicen en sus usos más eficientes y el mercado restablezca los equilibrios entre oferta y demanda, con lo que también se logrará que los precios bajen y se equilibren.

b) Infraestructura física y apoyo técnico: establecida la primacía del criterio de mercado, se admite que existen políticas que podrían coadyuvar a un mejor funcionamiento de los mercados, incluyendo infraestructura de transportes, eléctrica, de riego y semillas.

c) Advertencias: son varias las que se emiten. Primero, es posible que los agricultores quieran aprovechar los elevados precios internacionales y decidan exportar su producción antes que colocarla en el mercado nacional, cosa que no podrá impedirse porque ello iría en contra de diversos acuerdos comerciales internacionales de que Costa Rica es parte. Segundo, es posible que, al cabo de algún tiempo, empiecen a descender los precios, con lo que volvería a ponerse en evidencia la ineficiencia de la producción agrícola nacional y, en consecuencia, su insostenibilidad.

d) Aunque intervenir los mercados para promover la producción es inaceptable, en cambio es bueno el populismo y la demagogia de derechas. Por ello proponen dádivas en dinero a las familias más pobres para que, supuestamente, compren alimentos.

Se redunda así en una única fórmula: el mercado es el mejor mecanismo para resolver el problema de la disponibilidad de alimentos. El mercado dirá si conviene que los produzcamos o que los importemos. Es como al modo de una paráfrasis de la conocida parábola bíblica: "pueblo necio ¿de que os preocupáis? ¿No veis acaso que el mercado vela por vos y os provee a todas vuestras necesidades?".

2) Falacias detrás del planteamiento neoliberal

Cabe cuestionarse por qué sufren escasez países pobres a los que se les impuso la liberalización de sus mercados agrícolas. En todo caso, un examen un poquito más detenido pone en evidencia el cúmulo de falacias implícitas a la propuesta neoliberal. El punto de partida es la aseveración según la cual el mercado es un mecanismo que asigna eficientemente los recursos escasos. Desde luego, cuanto más escaso sea algo -es decir, cuando más limitada su demanda relativamente a su oferta- más alto será su precio (su precio relativo, para ser exacto). Y, en efecto, acontece que, por diversas razones que aquí no entro a discutir, estamos viviendo una situación de escasez mundial de alimentos. En manos del mercado se supone que ocurrirá lo siguiente:

a) Provoca una fuerte alza de precios, la cual puede extenderse por varios años dependiendo de qué tan grave sea el faltante y qué tan rápido aumente la producción.

b) Al cabo de algún tiempo, la oferta de alimentos aumentaría en respuesta a los altos precios y éstos descenderían hasta restablecer el equilibrio.

Bonito ¿verdad? Quedan, sin embargo, dos problemas gravísimos que es imposible resolver si para ello nos atenemos al mecanismo de mercado:

a) Aún si los mayores precios logran estimular un aumento de la producción mundial, el lapso que transcurra hasta que esa producción llegue a la gente -especialmente la población de los países pobres- puede implicar desnutrición, enfermedad y muerte de millones y millones de personas. Por supuesto, esta es una "minucia" de la cual el mercado jamás se enterará. Simplemente el mercado operará de forma automática en un proceso de ajuste que durará lo que tenga que durar. Imposible saber cuánto. Imposible saber cuánta gente se morirá mientras tanto.

b) Además, puede acontecer que la escasez de oferta y, en consecuencia, los precios altos, se mantengan por un lapso muy largo o, incluso, de forma permanente. Ello acontecería en caso de que las condiciones de los mercados sean tales, que hagan que la rentabilidad de la producción de alimentos no sea suficientemente "atractiva" relativamente a otros tipos de producción o actividades que pudieran realizarse con las tierras potencialmente cultivables o en la economía en general. Ello podría incluir desde la especulación inmobiliaria -cosa harto familiar en Costa Rica- hasta los tales biocombustibles. Sin olvidar el posible efecto del cambio climático, el cual podría implicar aumentos de costos que depriman de forma permanente la rentabilidad de las actividades agrícolas. La oferta mundial de alimentos podría entonces seguir siendo insuficiente por un muy largo período, cosa que, desde luego, implicaría una catástrofe humana de gigantescas proporciones.

Para mejor ilustrar esto, hablemos, por ejemplo, de escasez de diamantes. Bueno es que la cosa se la dejemos al mercado ya que, a lo que se sabe, nadie nunca enfermó ni murió por faltarle un diamante en su pulsera o su anillo, aunque sí hay gente tan estúpida para matar o dejarse matar por un diamante más. Pero la comida es otra cosa. La gente sin comida se muere, así de simple. Y el mercado -que es un mecanismo perfectamente insensible- no tiene cómo enterarse de ello.

3) La primacía de la vida

Como al hablar de comida, hablamos de vida, solo una regla puede ser aquí válida: ningún país puede darse el lujo ni correrse el riesgo de que los alimentos le falten a su gente. Y como al hablar de preservar la vida de personas concretas también hablamos de solidaridad, bueno es que los países desarrollen esfuerzos concertados que, en conjunto, les permita enfrentar y resolver mejor este problema (ya sabemos que para Arias esto no es importante).

Dejar que esto sea resuelto por el mercado, es dejar la vida de las personas expuesta al riesgo de la inanición. Con mucha suerte, el mercado podría resolver el asunto. Pero probablemente no. Y este es un caso donde la única opción aceptable es aquella que garantiza una disponibilidad segura de alimentos.

Y ello solo se puede garantizar de una forma: estimulando activamente la producción agrícola nacional y permitiendo la exportación solamente cuando, una vez satisfechas las necesidades nacionales, queden excedentes disponibles, o bien si el intercambio se hace siguiendo patrones equitativos de cooperación con otros países.

¿Qué esto contradice convenios comerciales internacionales? ¡Qué pena! Lo cierto es que la vida de una sola persona es más valiosa que todos esos convenios juntos. Si el neoliberalismo no entiende esto es justamente porque constituye una ideología anti-vida.

Luis Paulino Vargas Solís | 9 de Mayo 2008

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